El temor fabricado
expresado en xenofobia y racismo
Oscar Yescas Domínguez
En un mundo donde prevalece la insatisfacción social, el
analfabetismo político y la falta de compromiso social, la llegada de miles de
extranjeros que irrumpen por nuestras fronteras por medio de la fuerza y de manera
ilegal, se percibe como una amenaza a nuestra integridad y soberanía, como una
provocación que lo que menos merece es un rechazo rotundo a su presencia en
suelo nacional.
No importa de dónde vienen, quiénes son, porqué están aquí,
porque la sola presencia de extranjeros indeseables en nuestro suelo inspira
temor.
No importa que sean civiles, que vengan desarmados, que dentro
de esta multitud se encuentren niños indefensos, mujeres, adultos mayores.
No importa el por qué están aquí, mucho menos de donde vienen,
no interesa saber por qué vienen huyendo de su país, la palabra solidaridad
pierde sentido ante el surgimiento e incremento del temor y del miedo.
Ese miedo que se convierte en causa común para que ciudadanos
mexicanos se unan para exigir la salida de estos impertinentes y groseros
migrantes que se atreven a irrumpir por la fuerza a través de nuestra frontera
sur.
En el fondo es la inseguridad, el temor, el miedo irracional
que experimentan en su esfera individual, lo que motiva a que miles de
mexicanos exijan negar la entrada a migrantes hondureños a nuestro país.
El mundo actual es un gran contenedor lleno hasta el tope de
miedo y desesperación por lo que muchos buscan desesperadamente una salida.
Nuestra vida cotidiana está llena de temores miedo e inseguridad porque de
manera constante competimos para sobrevivir, lo cual da como resultado una
fragmentación de nuestras comunidades, una división social que tiene como punto
de partida una ideología individualista socialmente insensible y que con el
crecimiento de la inseguridad individual y social nos conduce a una sociedad
fragmentada dividida, polarizada, desunida, donde cada cual lleva agua solo
para su propio molino.
A pesar de que el pueblo mexicano se unió el pasado primero de
julio para derrotar al Prian y que con ello dio una gran lección de unidad y
lucha al mundo entero, convirtiéndose en referencia obligada al hablar de
cambios sociales a nivel internacional, hoy el pueblo mexicano muestra otra
cara que contiene rasgos de xenofobia, racismo y rechazo a los excluidos.
En este contexto de división social, de falta de unidad, de
incertidumbre social, se recurre a la elección de un enemigo común para crear
una nueva solidaridad. Este nuevo enemigo es aquel nutrido contingente de hondureños
que vienen huyendo de la violencia, la pobreza y miseria de su país para buscar
alternativas de mejor vida en suelos ajenos.
Estos son los personajes, los “malos” de nuestra historia
contemporánea que se atreven a amenazar nuestra seguridad, nuestra certeza,
nuestra protección que disfrutamos todos los días.
Pero, un momento, ¿realmente disfrutamos de seguridad en un
país donde de manera frecuente se encuentran fosas clandestinas con miles de
cuerpos enterrados?, ¿acaso tenemos certidumbre social en este país donde se
registran miles de desapariciones cada año? ¿en verdad sentimos protección del
gobierno mexicano que es señalado como el autor de varias matanzas de
estudiantes, represor de maestros, de golpeador de ciudadanos y protector de
delincuentes de cuello blanco?
¿Acaso no vivimos todavía una gran inseguridad (a meses del
cambio de gobierno que sin duda AMLO nos dará mayor seguridad) en momentos en
que la conducción de nuestro país se siente en forma similar a la sensación que
experimentan los pasajeros de un avión cuando descubren que la cabina del
piloto y la voz amigable del capitán es sólo una grabación?
De acuerdo con Anthony Gibbens cuando señala que nuestros
miedos, nuestra incertidumbre, nuestros temores son prefabricados, de tal forma
que vivir en la incertidumbre es hoy una opción inevitable.
Pero, hoy tenemos identificado al malo de nuestra película, al
villano que nos genera temor, inseguridad e incertidumbre. Es esta masa de
migrantes hondureños que nos facilitaron su identificación como villanos al
intentar entrar por la fuerza en forma masiva en territorio mexicano. Ellos son los culpables de nuestro malestar,
de nuestras frustraciones, de nuestras privaciones cotidianas.
Olvidemos que nuestra incertidumbre se origina en las políticas
que los organismos financieros internacionales imponen a nuestros gobiernos
locales, tanto el gobierno mexicano como el gobierno hondureño.
Olvidemos que el Fondo Monetario Internacional aplica
políticas en cada país que incluyen despidos, mayores tasas de interés y la
encomiable mil veces “apertura de la economía a las inversiones
internacionales”. La misión del FMI es la liberación del movimiento de los
capitales sin importar que esto contribuya para desaparecer al Estado de
bienestar social que protegía los intereses de la población y que hoy se limita
a proteger los intereses del capital privado “para favorecer al mercado”.
La mayoría de las instancias internacionales que se supone
fueron construidas para promover el desarrollo económico y social
internacional, se unen para cantar en coro las bondades del neoliberalismo
contemporáneo, alabando el libre comercio y a las fuerzas del mercado libres,
presentándolas como “el estado natural de la humanidad”.
Ignoremos lo que dijo Pierre Bourdieu cuando definió a las
teorías y prácticas liberales como “un programa destinado a destruir las
estructuras colectivas capaces de resistirse a la lógica del mercado puro.
(Bourdieu, Pierre, La esencia del neoliberalismo).
No importa que los cambios en la economía resulten en dar más
poder a quienes tienen el poder económico y político en nuestros países y que
esto contribuya a aumentar la desigualdad social al empobrecer a las masas y
condenarlas a salarios de hambre y miseria obligándolas a elegir entre
sobrevivir en condiciones paupérrimas o emigrar a otros lados en busca de
nuevas oportunidades.
Ignoremos que, en nuestro propio país, México, existe también
el problema de la emigración. No prestemos atención al hecho de que una inmensa
mayoría de mexicanos tenemos un familiar, un conocido, un amigo, alguien
cercano que emigró a Estados unidos en busca de las oportunidades de desarrollo
que no encontró en su propio país.
Pero dejemos de hablar en sentido figurado, hagamos a un lado
el sarcasmo y digamos las cosas tal y como son.
La primera víctima del neoliberalismo es la solidaridad, esta
red de solidaridades grandes y pequeñas que ha servido como refugio y garantía
de estabilidad social que ha permitido ejercer la libertad en todas sus
expresiones. Las fuerzas del mercado disuelven los lazos de sociabilidad y
reciprocidad, afecta profundamente los lazos sociales y pulveriza en las
expresiones individualistas la dinámica social. En nuestros días todos los
sectores de nuestra sociedad son transformados a imagen y semejanza del
mercado, se nos privatiza en todos los sentidos.
La consecuencia de todo esto es el crecimiento de una gran
desigualdad social, la marginación de millones de personas que no pueden
acceder al mercado. Son los pobres llamados “consumidores defectuosos”, son los
desempleados, los marginados, los que no tiene dinero para consumir y llevar alimento
a sus mesas.
Las políticas de flexibilidad orientadas a favorecer al
mercado generan una gran precarización social, empobrecen a grandes masas de la
población que se limitan a ver como los políticos y funcionarios del gobierno
se enriquecen desviando grandes cantidades de presupuesto gubernamental y ven
con impotencia como los magistrados responsables de impartir justicia se venden
y fallan a favor de los delincuentes de cuello blanco liberándolos de prisión.
¿Les suena familiar esta descripción?
Quien genera nuestra incertidumbre es el mercado, este dios
contemporáneo que para crecer necesita crear incertidumbre y dejar que todo
fluya con las fuerzas del mercado, un día crecen, otro día bajan, al día
siguiente desaparecen, etc.
Si a esta incertidumbre social de no saber que se va a comer
al siguiente día, se suma la angustia de no saber si se estará con vida al día
siguiente por la violencia reinante en el medio social, ¿qué se puede esperar?
Quienes hicieron posible que llegaran a nuestras fronteras
mexicanas esta masa de migrantes hondureños han sido las fuerzas del mercado,
esas mismas fuerzas que crean pobreza, miseria y hambre en nuestro propio país.
Esas fuerzas que son impulsadas por los organismos financieros internacionales
que actúan como una delincuencia organizada aliándose con políticos corruptos, directivos
de grandes corporaciones transnacionales, dueños de medios masivos de difusión,
legisladores de partidos políticos para crear una nueva clase internacional que
está tomando el poder en todo el mundo alimentadas por todo el mundo. Es la
denuncia que hace Peter McLaren en su texto “Desde las entrañas de la bestia”.
Partiendo de la premisa que dice “los enemigos de mi enemigo,
son mis amigos”, debemos ver a los migrantes hondureños como hermanos del mismo
dolor y sufrimiento. Son tan víctimas como nosotros, bueno, más víctimas que
nosotros que tenemos un futuro prometedor con Morena y Andrés Manuel López
Obrador a punto de ocupar la presidencia de la república mexicana.
Reconozcamos las verdaderas fuentes de nuestros temores e
inseguridades, identifiquemos las causas de nuestra incertidumbre y angustia. Es
el capital privado, son las fuerzas del mercado, son los políticos corruptos,
son las políticas impuestas por organismos financieros internacionales. La
multitud de hondureños no es la amenaza, la real amenaza es que ellos sean la
primer oleada masiva que nos llega y que probablemente el dia de mañana vendrán
otras oleadas más grandes de multitudes que viene huyendo de las políticas que
en México, afortunadamente, detuvimos parcialmente al arrojar al basurero de la
historia a los ladrones del Prian.
Preparémonos no sólo para recibir solidariamente a quienes
pretenden cruzar nuestro país para llegar al país del norte. Ayudemos al
migrante que sufre de nuestro mismo dolor mostrándole nuestro lado generoso y
aplicando la ley en lugar del garrote y los gases. Permitamos que de manera
civilizada ingresen a nuestro país, no son ellos nuestros enemigos.
Preparémonos para luchar contra el verdadero enemigo, el
capital, personificado en la figura de quien hoy todavía ocupa la silla
presidencial. Exijamos a Peña Nieto que pague todos los daños que nos ha hecho a
los mexicanos. No permitamos que huya sin castigo. Evitemos que sigan saqueando
el país y haciendo el negocio de sus vidas con nuevos aeropuertos que no son
necesarios y que significan más muerte y destrucción, además de un verdadero
ecocidio.
Nuestro compromiso social es apoyar al nuevo gobierno en todas
aquellas acciones de beneficio social y exigirle cuando no cumpla las
expectativas que ha generado su ascensión al poder. Pero mientras tanto,
cerremos filas recuperando nuestra tradicional solidaridad con el migrante que
cruza nuestro suelo.
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